Vac tu de fiuter

¡No es lo que parece!...bueno si, me están dando por popa. Pero dejen que les cuente porque todavía no se bien que fue lo que pasó...

No sé si lo saben, pero esto para mí es terapéutico. Compartir los momentos más cruciales de mi vida con perfectos desconocidos me hace bien.

Esto fue un viernes creo, hará cosa de dos semanas. Caminaba yo por unas calles oscuras, rodeado de monoblocks y gente curiosa que hablaba en un extraño dialecto. Recuedo que luego de cada frase agregaban el sonido: “locoéh!”. Decían cosas como: “tenéunamonoda locoéh!?”, “sórrrregato locoeh!?” y cosas así. De repente empecé a sentir un miedo terrible y evadiendo aquella horrible situación me metí en una puerta que decía: “TRACTAC del Quico Estepario, circo anárquico imaginario”

“Guachiguagua!” pensé para mis adentros mientras atravesaba aquella puerta. Adentro estaba todavía más oscuro que afuera, pero al cerrar completamente la puerta se encendieron miles de tubos fluorescentes en lo que era una sala ridículamente enorme.

Comencé a recorrerla sin ver a nadie, cuando al cabo de un rato veo acercarse a lo lejos una figura humana. Era un hombre de blanco y con las canas revueltas, se presentó como el Dr Emmet Brown. Me dijo que tenía una importante misión para mí y me pidió que lo siguiera. Oquéi! Le dije.

Llegamos a una sala con una maquina re loca, estaba bárbara, llena de botonitos y palanquines re copantes! Me dijo: “¡metete ahí che!, yo la voy a ir prendiendo” y me señalo un compartimento con un asiento. “Bueno, viejo, pero, ¿qué es esto, que me va a hacer, que pretende usted de mi??”

El viejo se quedó callado y apretó algunos botones mientras se tocaba el ganso y ponía cara de: “¡Mah si!” al mover alguna de las palancas. “Preparate gil” me pareció oírle decir. “¿COMO??”, “No..nada...que te acomodes...”

La cosa es que me senté y empezó a temblar y a vibrar todo, era como si estuviera recibiendo una llamada REALMENTE IMPORTANTE a mi celular.

Entonces el viejo se agarró las partes, me hizo fákiu, se cagó de risa y apretó un botón rojo enorme que tenía la inscripción: “¡Que se pudra todo!”

El piso empezó a iluminarse y todo se volvió de colores, faltaba John Travolta y eso era Fiebre de Sábado por la noche. Cuando las luces y el ruido cesaron, me encontraba en un extraño pueblo. Un poco aturdido me bajé de la maquina y empecé a recorrer la zona. Me llamaron la atención las casas de piedra y los terodáctilos que volaban, pero fuera de eso, todo bien.

Caminé un rato y me encontré a un tipo en taparabos y con una especie de bate de baseball medio deforme. Me dijo que se llamaba Pedro y que picaba piedras. “Bueno, yo me llamo Federico”, y no le dije a que me dedicaba porque no me gusta hacerme el confianzudo con los extraños.

Bueno Federico, pasá por mi casa a tomar algo, y me contás de donde venís.

“Sali vale” le dije.

La casa era una roña, toda sucia, llena de polvo y con olor a bicho muerto. Un brontosaurio servía de tacho de basura. Me cagué todo y casí lo fajo a Pedro por no haberme avisado del bicho cuando fui a tirar el chicle que venía mascando.

La cuestión es que una cosa llevó a la otra, y cuando menos me lo esperaba Pedro me dijo: “Bueno, creo que te tocó el ocho” “¿Guot???” , le dije en perfecto inglés.

Pedro me golpeó con su bate y al parecer me dejó inconsciente. Porque desperté en mi casa y con mucho dolor de cabeza. En un principio pensé que todo había sido un mal sueño, y que nada de eso había pasado. Me estaba riendo pensando en lo ridículo de mi pesadilla, cuando encuentro un sobre con una carta que decía: “Gracias por una noche inolvidable, siempre tuyo, Peter” y esta foto junto a la carta.

Quico aconseja: Si tenés ropa que era de tu abuelo, no importa lo que te digan de la moda retro, vos tirala que debe tener polillas.

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